"Desde Venus con amor": ¿Body cuánto? ¿Gordo qué?

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Cada cierto tiempo nos encontramos con nuevos términos que describen actividades o prácticas que no siempre son positivas. Aquí es donde nos topamos con el Body Shaming y la Gordofobia. El primer concepto hace referencia a la humillación corporal, es decir avergonzar a terceros o a nosotros mismos por la talla, peso (mucho, poco) o alguna característica física en particular. El segundo es un neologismo que habla de un desagrado extremo y desmedido por la gordura corporal de otros o propia.

«Tonteras de gente fea» dicen los mismos que practican con normalidad este tipo de violencia como quien pestañea y no se da cuenta. La verdad es que si bien las palabras pueden ser nuevas en nuestro vocabulario, estas prácticas han estado siempre presentes en esta sociedad que basa el mérito de una persona en su apariencia física.

¿No me cree? La semana pasada me topé con un vídeo en una red social que pretendía ser gracioso pero la verdad mostraba una situación de violencia normalizada y solapada hacia una persona por su apariencia física. El video mostraba lo siguiente: dos hombres adultos dentro de un vehículo que estaba detenido en un semáforo junto a un ciclista. Uno de ellos graba el momento enfocando al chico en bicicleta ridiculizándolo por su peso, haciendo chistes básicos mientras ambos se ríen y se burlan.

El video fue compartido por quién iba manejando el vehículo en su cuenta personal. Me di cuenta que varias personas denunciaron este video, cosa que también hice, sin embargo la respuesta de la red social fue esta: «Hemos determinado que el contenido denunciado no infringe las Normas de la comunidad». O sea, las normas comunitarias de dicha red social no contemplan como algo malo el denostar a otra persona por su apariencia física. Porque está NORMALIZADO.

Ahora mismo, mientras escribo esta columna recordé mi primer día en la universidad. Después del mechoneo, al ir a rescatar mis cosas junto a una amiga a la plaza donde todos estaban festejando un alumno de otro año le dice a sus amigotes lo suficientemente fuerte para que nosotras escucháramos: «¿De qué carrera serán? No creo que de nutrición». Todo el grupito adyacente se rió como si nosotras no estuviésemos ahí. Y claro, no lo estábamos. Éramos invisibles por ser gordas y el peso según muchos te invalida. Me sentí pésimo, pero en esos años no tenía el valor que tengo ahora para enfrentar esas situaciones. Como cuando una vendedora al pedirle un vestido me miró de pies a cabeza con desagrado y me dijo «No te va a quedar» y yo le respondí «No te pregunté si me queda o no. Quiero ese vestido».

Lo que no deja de sorprenderme es que esta es una violencia que se manifiesta muchas veces de manera solapada e indirecta. Porque nadie es capaz de decirte que simplemente le molesta tu delgadez o tu gordura, sino que lo disfrazan de una falsa preocupación por la salud. Y es que claro, las niñas muy flacas promueven la anorexia y nosotras las gordas promovemos la obesidad.

¿Los cuerpos que están en los extremos no pueden ser motivo de orgullo? ¿No pueden significar buena salud? Para muchos tal parece que no, porque un cuerpo fuera del cánon siempre va a molestar simplemente por existir. Porque no es preocupación por la salud, pues yo no veo a nadie pidiéndole exámenes médicos a los que fuman o beben en exceso (aunque no lo crean hay gente que a las gordas nos piden exámenes médicos). No, eso no es preocupación, simplemente es rechazo a lo diferente.

Nos han machacado tanto con la perorata de que un cuerpo “normal y atractivo” es uno delgado, de ciertas medidas sin manchas, ni estrías o celulitis que cuando ven a una mujer muy delgada o muy gorda sintiéndose cómoda con su cuerpo o sonriendo en una foto la masa no pensante que discrimina se revoluciona porque lo que nos habían enseñado era burlarnos o avergonzarnos de esos cuerpos. Jamás nos enseñaron a aceptarlos. Jamás nos enseñaron que fuera de nuestra zona de comfort existe una diversidad física que no define a las personas.

¿Qué podemos hacer? ¿Qué podemos esperar? Si es por responder lo primero, podemos comenzar a generar el cambio en aquellos que aún pueden desconectarse de la matrix. Porque soy realista y creo (lamentablemente) que esto no es una película adolescente gringa, que hay personas que son causas perdidas, que su mente es tan estrecha que jamás podrán ver más allá de la forma ni podrán sentir empatía. En cuanto a lo segundo, esperar que las generaciones que nos van a suceder vean esto como algo lejano. Como un dolor que mermó  la autoestima de muchos, pero que también educó. Que sea un dolor ajeno a la sociedad que esas generaciones van a construir. Una sociedad que valore a las personas por su carácter y méritos, no por la forma de su cuerpo o el número que muestra una báscula.