Los cambios que nos regaló el 2020: el comienzo de una nueva era

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¿Han notado que de pronto todo mundo quiere librarse de sus “pensamientos negativos”? mi teoría es porque estamos en la era de la “deconstrucción” de vivir en el “aquí y ahora”, donde la idea de “dejar que las cosas pasen” se ha vuelto tendencia viral. Esto me fascina, ya que no es algo que ocurra todos los días y a mi parecer seremos testigos de este cambio una sola vez durante nuestro paso por la tierra.

Para contextualizar; un paradigma es un modelo explicativo de la realidad. Las crisis de paradigmas se han visto precipitadas históricamente por cambios en los sistemas de producción, (sociedades nómades a sociedades agricultoras, sociedades industriales a sociedades financieras, etc.) por avances tecnológicos y científicos (revolución de Einstein con la teoría de la relatividad, de Freud con la teoría del inconsciente, de Darwin con la teoría de la evolución, etc.) o por emergencias sanitarias y/o bélicas (guerras, pandemias, etc.)

Hoy presenciamos y vivimos la caída de un paradigma, junto a la emergencia de uno que lo reemplaza.

El paradigma positivista, heredero del empirismo y del racionalismo del proyecto ilustrado eurocéntrico, se basa en que una persona debe operar cómo una máquina productiva y no alberga la posibilidad de la transformación humana desde los afectos y la subjetividad, por lo tanto, no considera la dimensión personal ni íntima.

Este modelo (obsoleto a mi gusto), excluye aspectos tan fundamentales como el cuidado social, patrimonial, cultural, ecológico, etc. Como tampoco la posibilidad de una historización comprensiva de nuestras sociedades, instituciones, familias o sujetos. Este paradigma está cayendo, el 2020 lo vimos derrumbarse bajo los efectos de la pandemia del COVID-19, que vino a desmantelar la ilusión de control racional, productivo, relacional y por su puesto personal.

Nos vimos obligados entonces, a articular un proyecto basado en otros pilares o elementos, vinculados a las relaciones humanas, al cuidado personal, comunitario, colectivo y planetario. Se cayó el proyecto previsible y manejado a través de planes mentales y sostenidos en sistemas de producción y consumo. Nos dimos cuenta de que podemos morir, que los sistemas pueden colapsar, que los recursos se pueden agotar y lo más importante: que no somos omnipotentes.

 ¿Y qué es la deconstrucción?

Es un método filosófico, basado en el análisis de los componentes que articulan las estructuras que ordenan nuestra realidad cotidiana, buscando comprender sus componentes, la historia que las posibilita y las dinámicas de poder que las sostienen.

¿Cuál es el paradigma que emerge?

El de la subjetividad, la humildad y el cuidado. Lo vemos en el proyecto económico con las economías sustentables y el regreso de los trueques en forma de economía circular. En la educación y relevancia de la ecología, el respeto al medio ambiente y el cuidado de los recursos naturales. Se asoma en los movimientos feministas, presionando cambios sociales a través del levantamiento de la voz de una en todas.

Por su puesto que en medio de este torbellino nos encontramos frente a frente con el espejo, que nos muestra cómo este paradigma hasta ahora invisible, nos ha hecho tanto daño, tratándonos como bienes de consumo, exigiéndonos la eficiencia de las máquinas de producción en serie, quitándonos toda posibilidad de SER, bajo el mandato del HACER.

Requerimos de un proceso reflexivo, deconstructivo, que nos permita comprender los orígenes, las causas de nuestras exigencias, críticas internas y ansiedades. Para salir de ese paradigma una y otra vez, hasta que el cambio se haga costumbre y se instale como un nuevo hábito de vivir y por lo tanto de pensar y de pensarnos.