Tres mitos sobre el amor que debemos dejar de creer

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Una psicóloga desmitifica creencias sobre las relaciones y el amor, y explica que saber diferenciarlos resulta importante para desmoldar aquellos dogmas erróneos y construir relaciones de pareja equilibradas.

Los mitos son creencias compartidas por una cultura y sociedad que muchas veces creemos que son ciertas y que han llegado al punto de tener la capacidad de influir en el comportamiento de las personas.

Del mismo modo, los vínculos también se ven rodeados de su propia mitología que ha sido transmitida socialmente por generaciones. Éstas dificultan e impactan las relaciones, ya que las personas tienden a crear expectativas muy altas de sus parejas  y la relación, lo que muchas veces imposibilita a ambos a cumplirlas, generando frustración y decepción.

Paula Hormazábal, psicóloga clínica especialista en psicoterapia femenina y temáticas de género, detalla cuáles son los mitos románticos más comunes y por qué la mejor opción es derribarlos para tener una relación de pareja saludable.

1- “Si no hay pasión no hay amor”: En el inicio de toda relación se vive con ese característico deseo, la atracción infinita y la idea de ese amor idealizado. Ciertamente esta fase tiende a desaparecer en la transición hacia el amor y compromiso. Sin embargo hay quienes confunden que esta etapa significa que ya no hay amor, ya que existe esta creencia mostrada en innumerables películas-que ese amor pasional es para siempre. “Una relación se construye, reconstruye, destruye y vuelve a construir longitudinalmente a través del desarrollo de ella. El amor no muere sino que las fases de la relación de pareja son evolutivas y se tienden a ir encuadrando y convergen con el desarrollo de cada persona”, aclara Paula Hormazábal.

2- “La pareja llena todos los aspectos de la vida”: Muchas veces ocurre que hay quienes buscan una relación para vivir o ser felices. De igual forma, se tiende a escuchar frases como “debemos compartir los gustos y aficiones” o creer que dentro de una relación los miembros se sentirán más completos.

La especialista en psicoterapia femenina y temáticas de género, aclara que para desmitificar el amor romántico, se necesita conservar las individualidades que pertenecen a cada miembro de la relación y que definen propiamente a la persona. “Resulta muy peligroso encontrarse en una relación donde la pareja se asemeja mucho a los gustos de uno, ya que existe la posibilidad de enfrentarse a dos escenarios: se está formando una relación codependiente o estamos frente a un perfil narcisista, que suelen apagarse a la persona de su interés para lograr el sometimiento”, enfatiza la psicóloga y agrega: “lo enriquecedor de una pareja es que se conozcan, se construyan, independientemente si les gusta lo mismo o no. Conservar y no transar mi individualidad, tiene que ver con darnos la posibilidad de explorarnos, conocernos y de no buscar sino de encontrar”.

3-La media naranja: Quizás es uno de los mitos más hermosos que hemos escuchado, esta creencia hace referencia a que en la vida de las personas se necesita su otra mitad para estar completos. Sin embargo, a lo largo de los años esta idea ha sido derrocada, ya que son más las personas que preservan el pensamiento que no son la mitad del otro. Paula Hormazábal argumenta que desde el enfoque de género, la media naranja ha sido una forma errónea de referirse a que la mujer necesita un hombre en su vida. “Si nos fijamos, antiguamente en la parte femenina se veía la emocionalidad, la vulnerabilidad, mientras que la  masculina era la parte del logro y la capacidad de hacer cosas. Entonces se hablaba de la incapacidad femenina de ser plena y empoderada sin estar en pareja, por lo que obligatoriamente necesitaba a otro para estar completa, lo que es una invención que debemos remover”.

Finalmente Paula Hormazábal invita a comprender que los mitos explicados, corresponden al concepto de amor romántico y que al ser construidos junto con la historia de nuestra sociedad, los hemos interiorizado a tal punto que influyen en nuestro comportamiento a la hora de establecer relaciones. En este sentido darnos a la tarea de resignificar nuestras creencias acerca de los vínculos, de modo que podamos establecer relaciones aportativas, de complemento, alejadas de idealizaciones y expectativas.